Para la joven mujer Aymara y activista climática Kantuta Conde, el camino hacia la justicia climática comienza con la reciprocidad. Mientras que el concepto de “desarrollo sostenible” se ha popularizado en los discursos climáticos internacionales en las últimas tres décadas, su pueblo ha vivido de forma sostenible con la tierra y el territorio desde generaciones. En las palabras de Kantuta, “el territorio es un ser en sí mismo. Es la vida misma. Es nuestra cotidianidad”. 

Con sólo veintiún años de edad, la larga experiencia de activista de Kantuta desafía su edad. Su trayectoria en el activismo comenzó durante su infancia, cuando ayudó a sus padres en la reconstitución de los ayllus, una práctica de reivindicación territorial y ancestral del pueblo Aymara. Su propio nombre, Kantuta, flor tradicional de Bolivia y princesa Aymara, la conectan con su identidad:  “Yo heredo de esa historia, de esta ritualidad”. Escuchar y grabar las asambleas la inspiró a defender los derechos y la soberanía de su pueblo a nivel nacional e internacional. 

Como miembro del grupo Red de Jóvenes Indígenas de Latinoamérica, Kantuta piensa la justicia climática desde la interseccionalidad, combinando enfoques de participación política indígena, protección de la madre tierra, derechos a la salud y revalorización cultural. Su enfoque interdisciplinario se refleja en la diversidad de sus afiliaciones organizativas, como la Coalición Internacional por la Tierra (ILC), la plataforma La Voz de los Jóvenes de UNICEF, el Cónclave de Jóvenes de la Organización Panamericana de la Salud, como miembro participante en el Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de las Naciones Unidas y como estudiante de Derecho en la Universidad Mayor de San Andrés. 

Sin embargo, cuando se le pregunta por su extenso currículum, Kantuta mantiene la cabeza fría.  En el centro de su trabajo, dice, está “un tema de responsabilidad.” Los jóvenes indígenas, en su opinión, son los responsables de promover los diálogos intergeneracionales, que se han utilizado durante generaciones para enseñar a los jóvenes Aymaras sobre la administración de la comunidad y el territorio. En la era del COVID-19, el uso de medicinas y prácticas de salud tradicionales Aymaras ha puesto en primer plano la importancia de la tierra como fuente de salud mental, física y espiritual. Así como ellos cuidan de la tierra, la tierra les proporciona los recursos para cuidar de su comunidad. 

El cambio climático amenaza las relaciones equilibradas que definen las ontologías tradicionales que los pueblos Aymaras tienen a la tierra. Un informe publicado por Oxfam en 2020 predijo que el frágil ecosistema del Altiplano Boliviano es especialmente vulnerable a las sequías extremas; un fenómeno que agravará la pobreza, la inseguridad alimentaria y la desigualdad en un país donde las comunidades indígenas ya se enfrentan a la marginalización.[mfn] Painter, James. “Climate Change, Inequality and Resilience in Bolivia.” Policy Papers. Oxfam International, December 3, 2020. https://www.oxfam.org/en/research/climate-change-inequality-and-resilience-bolivia. [/mfn] Un efecto secundario de estos cambios ecológicos son los cambios en los patrones de extracción y migración; acontecimientos que, según Kantuta, ya han empezado a afectar a su comunidad. 

“El desplazamiento forzado,” explica Kantuta, es traumático en formas que van más allá de los efectos físicos que produce a los Aymaras. Más bien es una crisis de salud mental que “es también una experiencia de desconexión de identidad, una desconexión con la espiritualidad y con el territorio.” Es por ello que, a pesar de los peligros del activismo climático, Kantuta siente que ella y otros jóvenes activistas indígenas no tienen otra opción que seguir luchando por la justicia climática y los derechos territoriales indígenas.[mfn]“A Deadly Decade for Land and Environmental Activists – with a Killing Every Two Days.” Land and Environmental Defenders. Global Witness, September 29, 2022. https://www.globalwitness.org/en/press-releases/deadly-decade-land-and-environmental-activists-killing-every-two-days/. [/mfn] “La defensa del territorio es un movimiento muy peligroso,” admite Conde, “y es más fácil dejarlo. Pero, no podemos hacerlo. Es necesario seguir caminando.”

En la COP27, Kantuta espera que las experiencias y los conocimientos tradicionales que poseen los jóvenes indígenas puedan servir de guía a los líderes mundiales que participarán a la conferencia sobre el clima. La juventud indígena, dice, puede enseñar al resto del mundo a ver los impactos del cambio climático de forma interseccional, tal y como los vive su comunidad.

“No puedo hablar sobre el cambio climático sin hablar sobre el territorio, los conocimientos tradicionales, las lenguas indígenas, la salud mental. . .todos son temas relacionados.” 

Para incorporar eficazmente el liderazgo de los jóvenes indígenas en los discursos globales sobre el clima, Kantuta cree firmemente que hay que tomar medidas para aumentar la accesibilidad de la COP. La ubicuidad de los discursos en inglés impide a muchos jóvenes indígenas participar plenamente en las cumbres internacionales y en la elaboración de políticas. Los efectos de esto podrían mitigarse, dice Kantuta, si los materiales escritos y las presentaciones estuvieran disponibles en múltiples lenguas regionales; una medida de accesibilidad que estuvo notablemente ausente en la COP26 del año pasado en Glasgow. Además, desea que la CMNUCC ponga a disposición de los jóvenes activistas indígenas del clima becas para aumentar los conocimientos científicos sobre el cambio climático y fortalecer sus organizaciones.  Por último, Kantuta pide un cambio cultural que se aleje de los paradigmas que sitúan a los pueblos indígenas como víctimas del cambio climático. 

“Los pueblos indígenas no son víctimas”, ella le dice, “Los jóvenes indígenas son los guardianes de la lucha climática.”

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